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1 Reyes 17-21

1 Reyes :Introducción 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

V. EL PROFETA ELÍAS EN TIEMPOS DE AHAB (17–21)
17 Elías anuncia una grave sequíaa
El profeta Elías,b que era de Tisbé,c de la región de Galaad, dijo a Ahab: “¡Juro por el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo, que en estos años no lloverá ni caerá rocío hasta que yo lo diga!”d
Por eso el Señor dijo a Elías: “Vete de aquí hacia oriente, y escóndete en el arroyo Querit, que está al oriente del Jordán.e Allí podrás beber agua del arroyo; y he ordenado a los cuervos que te lleven comida.”
Elías hizo lo que el Señor le había ordenado, y fue y se quedó a vivir junto al arroyo Querit, al oriente del río Jordán. Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana y por la tarde, y el agua la bebía del arroyo. Pero al cabo de unos días se secó el arroyo, porque no llovía en el país.
Elías y la viuda de Sareptaf
Entonces el Señor dijo a Elías: “Levántate y vete a la ciudad de Sarepta, en Sidón,g y quédate a vivir allí. Ya he ordenado a una viuda que también vive allí, que te dé de comer.”
10 Elías se levantó y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad vio a una viuda que estaba recogiendo leña. La llamó y le dijo:
–Por favor, tráeme en un vaso un poco de agua para beber.
11 Ya iba ella a traérselo, cuando Elías la volvió a llamar y le dijo:
–Por favor, tráeme también un pedazo de pan.
12 Ella le contestó:
–Te juro por el Señor tu Dios que no tengo nada de pan cocido. No tengo más que un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una jarra, y ahora estaba recogiendo un poco de leña para ir a cocinarlo para mi hijo y para mí. Comeremos, y después nos moriremos de hambre.
13 Elías le respondió:
–No tengas miedo. Ve a preparar lo que has dicho. Pero primero, con la harina que tienes, hazme una torta pequeña y tráemela, y haz después otras para ti y para tu hijo. 14 Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que no se acabará la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.
15 La viuda fue e hizo lo que Elías le había ordenado. Y ella, su hijoh y Elías tuvieron comida para muchos días. 16 No se acabó la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra, tal como el Señor lo había dicho por medio de Elías.
17 Algún tiempo después cayó enfermo el hijo de la viuda, y su enfermedad fue gravísima, tanto que hasta dejó de respirar. 18 Entonces la viuda dijo a Elías:
–¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a recordarme mis pecados y a hacer que mi hijo se muera?
19 –Dame acá a tu hijo –le respondió él.
Y tomándolo del regazo de la viuda, lo subió al cuarto donde él estaba alojado y lo acostó sobre su cama. 20 Luego clamó al Señor en voz alta: “Señor y Dios mío, ¿también a esta viuda, en cuya casa estoy alojado, has de causarle dolor haciendo morir a su hijo?”
21 En seguida se tendió tres veces sobre el niño y clamó al Señor en voz alta: “¡Señor y Dios mío, te ruego que devuelvas la vida a este niño!”i
22 El Señor escuchó los ruegos de Elías e hizo revivir al niño. 23 En seguida, Elías tomó al niño, lo bajó de su cuarto a la planta baja de la casa y lo entregó a su madre, diciéndole:
–¡Mira, tu hijo está vivo!
24 La mujer le respondió:
–Ahora sé que realmente eres un hombre de Dios, y que lo que dices es la verdad del Señor.
Elías y Ahab
18
El tiempo pasó. Tres años después,a el Señor se dirigió a Elías y le dijo: “Ve y preséntate ante Ahab, pues voy a mandar lluvia sobre la tierra.”
Elías fue y se presentó ante Ahab. El hambre que había en Samaria era muy grave. Ahab llamó a Abdías, su mayordomo, que adoraba al Señor con profunda reverencia y que, cuando Jezabel comenzó a matar a los profetas del Señor,b había recogido a cien de ellos y, después de dividirlos en dos grupos de cincuenta, los había escondido en dos cuevas y les había dado el alimento necesario. Ahab dijo a Abdías:
–Ven, vamos a recorrer el país, y todos los manantiales y los ríos, a ver si podemos encontrar pasto para mantener vivos los caballos y las mulas. De lo contrario, nos quedaremos sin bestias.
Así pues, se repartieron las zonas del país que debían recorrer, y Ahab se fue por un camino y Abdías por otro. Ya en el camino, Elías salió al encuentro de Abdías, que al reconocerle se inclinó ante él y exclamó:
–¡Pero si es mi señor Elías!
–Sí, yo soy –respondió Elías. Y añadió–: Anda, dile a tu amo que estoy aquí.
Abdías contestó:
–¿Qué falta he cometido para que me entregues a Ahab y que él me mate? 10 Juro por el Señor tu Dios que no hay nación ni reino adonde mi amo no haya enviado a buscarte; y cuando respondían que no estabas allí, mi amo les hacía jurar que en verdad no te habían hallado. 11 ¡Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que estás aquí! 12 Lo que va a pasar es que, al separarme de ti, el espíritu del Señor te llevarác a donde yo no sepa. Y cuando yo vaya a darle la noticia a Ahab, él no te encontrará, y me matará. Este siervo tuyo, desde su juventud, siempre ha honrado al Señor. 13 ¿Acaso no te han contado lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas del Señor? Pues escondí a cien de ellos metiéndolos en dos cuevas en grupos de cincuenta, y les di el alimento necesario. 14 ¿Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que tú estás aquí? ¡Me matará!
15 Elías le respondió:
–Juro por el Señor todopoderoso, a quien sirvo, que hoy mismo me presentaré ante Ahab.
16 Abdías fue a buscar a Ahab para darle el aviso, y entonces Ahab fue a encontrarse con Elías. 17 Cuando lo vio, le dijo:
–¿Así que tú eres el que está trastornando a Israel?
18 –Yo no lo estoy trastornando –contestó Elías–, sino tú y tu gente, por dejar los mandamientos del Señor y rendir culto a las diferentes representaciones de Baal. 19 Manda ahora gente que reúna a todos los israelitas en el monte Carmelo,d con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
Elías y los profetas de Baal
20 Ahab mandó llamar a todos los israelitas, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. 21 Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo:
–¿Hasta cuándo vais a continuar con este doble juego? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidle a él, y si lo es Baal, a él deberéis seguir.
El pueblo no respondió palabra, 22 y Elías continuó diciendo:
–Yo soy el único profeta del Señor que ha quedado con vida, en tanto que de Baal hay cuatrocientos cincuenta profetas. 23 Pues bien, que se nos den dos becerros, y que ellos escojan uno, que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, pero que no le prendan fuego. Yo, por mi parte, prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. 24 Luego vosotros invocaréis a vuestros dioses, y yo invocaré al Señor, ¡y el dios que responda enviando fuego,e ése es el Dios verdadero!
–¡Buena propuesta! –respondió todo el pueblo.
25 Entonces Elías dijo a los profetas de Baal:
–Escoged uno de los becerros y preparadlo primero, ya que vosotros sois muchos. Luego invocad a vuestro dios, pero no encendáis fuego.
26 Así pues, ellos tomaron el becerro que se les había entregado y lo prepararon, y desde la mañana hasta el mediodía invocaron a Baal. Decían: “¡Contéstanos, Baal!”, y daban brincos alrededor del altar que habían construido,f pero ninguna voz les respondía. 27 Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciéndoles:
–Gritad más fuerte, porque es un dios. A lo mejor está ocupado, o está haciendo sus necesidades, o ha salido de viaje. ¡Tal vez esté dormido y haya que despertarlo!g
28 Ellos seguían gritando y cortándose con cuchillos y lancetas, como tenían por costumbre, hasta quedar bañados en sangre.h 29 Pero pasó el mediodía, y aunque continuaron gritando y saltando como locos hasta la hora de ofrecer el sacrificio,i no hubo ninguna respuesta. ¡Nadie contestó ni escuchó! 30 Entonces Elías dijo a toda la gente:
–Acercaos a mí.
Toda la gente se acercó a él, y él se puso a reparar el altar del Señor, que estaba derribado.j 31 Tomó doce piedras,k conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob,l a quien el Señor dijo que se llamaría Israel, 32 y construyó con ellas un altar al Señor; abrió luego una zanja alrededor del altar, donde cabrían unos veinte litros de grano 33 y, tras acomodar la leña, descuartizó el becerro y lo puso sobre ella. 34 Luego dijo:
–Llenad cuatro cántaros de agua y vaciadlos sobre el holocausto y la leña.
Luego mandó hacer lo mismo por segunda y por tercera vez, y así lo hicieron. 35 El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja. 36 A la hora de ofrecer el holocausto,m el profeta Elías se acercó y exclamó: “¡Señor, Dios de Abraham, Isaac e Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel, y que yo soy tu siervo y hago todo esto porque tú me lo has mandado! 37 ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente sepa que tú eres Dios y que los invitas a volverse de nuevo a ti!”
38 En aquel momento, el fuego del Señor cayó y quemó el holocausto, la leña y hasta las piedras y el polvo, y consumió el agua que había en la zanja. 39 Al verlo, toda la gente se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo: “¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!”n
40 Entonces Elías les dijo:
–¡Atrapad a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!
La gente los atrapó, y Elías los llevó al arroyo Quisón y allí los degolló.ñ
Elías ora pidiendo lluvia
41 Después Elías dijo a Ahab:
–Vete a comer y beber, porque ya se oye el ruido del aguacero.
42 Ahab se fue a comer y beber. Pero Elías subió a lo alto del monte Carmelo y, arrodillándose en el suelo, se inclinó hasta poner la cara entre las rodillas, 43 y dijo a su criado:
–Ve y mira hacia el mar.
Él fue y miró, y luego dijo:
–No hay nada.
Pero Elías le ordenó:
–Vuelve siete veces.
44 A la séptima vez, el criado dijo:
–¡Allá, subiendo del mar,o se ve una nubecita del tamaño de una mano!
Entonces Elías le dijo:
–Ve y dile a Ahab que enganche su carro y se vaya antes que se lo impida la lluvia.
45 Ahab subió a su carro y se fue a Jezreel.p Mientras tanto, el cielo se oscureció con nubes y viento, y cayó un fuerte aguacero.q 46 En cuanto a Elías, el Señor le dio fuerzas; y luego de arreglarse la ropa, corrió hasta Jezreel y llegó antes que Ahab.
Elías en Horeb
19
Ahab contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho y cómo había degollado a todos los profetas de Baal. Entonces Jezabel mandó un mensajero a decirle a Elías: “¡Si tú eres Elías, yo soy Jezabel!a Y que los dioses me castiguen con dureza, si mañana a esta hora no he hecho contigo lo mismo que tú hiciste con esos profetas.”
Elías se dio cuenta de que corría peligro, y para salvar su vida se fue a Beerseba,b que pertenece a Judá, y allí dejó a su criado. Luego él se fue hacia el desierto, y caminó durante un día, hasta que finalmente se sentó bajo una retama.c Tenía tal deseo de morirse, que dijo: “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!”d
Se acostó allí, bajo la retama, y se quedó dormido. Pero un ángel llegó, le tocó y le dijo: “Levántate y come.”
Elías miró a su alrededor y vio, cerca de su cabecera, una torta cocida sobre las brasas y una jarra de agua. Entonces se levantó, y comió y bebió; después se volvió a acostar. Pero el ángel del Señor vino por segunda vez, le tocó y le dijo: “Levántate y come, porque de otro modo el viaje sería demasiado largo para ti.”
Elías se levantó, y comió y bebió. Aquella comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.e Al llegar entró en una cueva, y allí pasó la noche. Pero el Señor se dirigió a él, y le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”f
10 Él respondió: “He sentido mucho celo por ti, Señor, Dios todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a tus profetas a filo de espada. Solo yo he quedado, y andan buscándome para quitarme la vida.”
11 El Señor le dijo: “Sal fuera y quédate de pie ante mí, sobre la montaña.”
En aquel momento pasó el Señor, y un viento fuerte y poderoso desgajó la montaña y partió las rocas ante el Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto; pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto hubo un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Pero después del fuego se oyó un sonido suave y delicado. 13 Al escucharlo, Elías se cubrió la cara con su capa,g y salió y se quedó a la entrada de la cueva. En esto llegó a él una voz que le decía: “¿Qué haces ahí, Elías?”
14 Él contestó: “He sentido mucho celo por ti, Señor, Dios todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a tus profetas a filo de espada. Solo yo he quedado, y andan buscándome para quitarme la vida.”h
15 Entonces el Señor le dijo: “Ve, regresa al desierto de Damasco por donde viniste. Ve y consagra a Hazael como rey de Siria,i 16 y a Jehú, nietoj de Nimsí, como rey de Israel;k y a Eliseo, hijo de Safat, del pueblo de Abel-meholá, conságralo como profeta en lugar tuyo.l 17 De esta manera, a quien escape de la espada de Hazael, lo matará Jehú, y a quien escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo. 18 No obstante, yo dejaré en Israel siete mil personasm que no se han arrodillado ante Baaln ni lo han besado.”ñ
Llamamiento de Eliseo
19 Elías se fue de allí y encontró a Eliseo, que estaba arando. Delante de Eliseo iban doce yuntas de bueyes,o y él mismo llevaba la última. Elías se dirigió a él y le echó su capa encima.p 20 Al instante, Eliseo dejó los bueyes, corrió tras Elías y le dijo:
–Déjame dar a mis padres un beso de despedida, y luego te seguiré.
–Puedes ir –dijo Elías–, pero recuerda lo que he hecho contigo.q
21 Eliseo se apartó de Elías, y fue, tomó dos toros y los descuartizó, y con la madera del yugo asó la carner y dio de comer a la gente. Después se fue tras Elías y quedó a su servicio.
20 Victoria de Ahab sobre los siriosa
Ben-hadad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y a treinta y dos reyes aliadosb con su caballería y sus carros de combate, y fue a la ciudad de Samaria, la rodeó y la atacó. 2-3 Al mismo tiempo envió mensajeros a esta ciudad para que dijeran a Ahab, rey de Israel: “Ben-hadad dice: ‘Tus riquezas me pertenecen, lo mismo que tus mujeres y tus mejores hijos.’ ”
El rey de Israel contestó: “Tal como Su Majestad ha dicho, yo y todo lo que tengo es suyo.”
Los mensajeros fueron una vez más a ver a Ahab, y le dijeron: “Ben-hadad dice: ‘Ya te he mandado a decir que tienes que darme tus riquezas, tus mujeres y tus hijos. Además, mañana a estas horas enviaré a mis oficiales a que registren tu palacio y las casas de tus funcionarios, y todo lo que les guste lo tomarán para sí.’ ”
Entonces el rey de Israel mandó a llamar a todos los ancianos del país,c y les dijo:
–Como podréis daros cuenta, este hombre está buscando hacerme daño, a pesar de no haberme negado a entregarle mis mujeres, mis hijos y mis riquezas.
–Pues no le escuches ni le hagas caso –respondieron los ancianos y toda la gente.
Entonces Ahab dijo a los enviados de Ben-hadad:
–Decid a Su Majestad que haré todo lo que me ordenó al principio, pero que no puedo hacer lo que ahora me exige.
Los enviados llevaron la respuesta a Ben-hadad, 10 y Ben-hadad mandó a decir a Ahab: “¡Que los dioses me castiguen con dureza, si de Samaria queda polvo suficiente para darle un puñado a cada uno de mis seguidores!”
11 Por su parte, el rey de Israel le mandó a decir: “No cantes victoria antes de tiempo.”
12 Cuando Ben-hadad recibió la respuesta, estaba bebiendo con los otros reyes en las enramadas que habían improvisado. Entonces dijo a sus oficiales: “¡Preparaos!”, y todos se dispusieron a atacar la ciudad.
13 Mientras tanto, un profeta se presentó ante Ahab, rey de Israel, y le dijo:
–El Señor ha dicho: ‘Aunque veas esa gran multitud de enemigos, yo la voy a entregar hoy en tus manos, para que sepas que yo soy el Señor.’
14 –¿Y por medio de quién me la va a entregar? –preguntó Ahab.
–El Señor ha dicho que por medio de los jóvenes que ayudan a los gobernadores de las provincias –respondió el profeta.
–¿Y quién atacará primero? –insistió Ahab.
–Tú –respondió el profeta.
15 Entonces Ahab pasó revista a los jóvenes que ayudaban a los gobernadores de las provincias, que eran doscientos treinta y dos, y a todo el ejército israelita, compuesto de siete mil hombres. 16 Salieron al mediodía, mientras Ben-hadad y los treinta y dos reyes aliados suyos seguían emborrachándose en las enramadas que habían improvisado, 17 y avanzaron en primer lugar los ayudantes de los gobernadores. Cuando Ben-hadad recibió aviso de que algunos hombres habían salido de Samaria, 18 ordenó: “¡Tanto si han salido en son de paz como en son de guerra, los quiero vivos!”
19 Los ayudantes de los gobernadores salieron de la ciudad, seguidos por el ejército. 20 Y cada uno de ellos mató a un contrario, y los sirios huyeron. Los israelitas los persiguieron, pero Ben-hadad, rey de los sirios, escapó a caballo con algunos soldados de caballería. 21 Entonces el rey de Israel avanzó y se apoderó de sus caballos y carros de combate, y causó a los sirios una tremenda derrota. 22 Después el profeta se presentó ante el rey de Israel, y le dijo:
–Ve, refuerza tu ejército y piensa bien lo que debes hacer; porque dentro de un año el rey de Siria volverá a atacarte.
23 Por su parte, los oficiales del rey de Siria dijeron a este:
–Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas;d por eso nos han vencido. Pero si luchamos contra ellos en la llanura, con toda seguridad los venceremos. 24 Lo que ahora debe hacer Su Majestad es quitar de su puesto a los reyes y poner oficiales en su lugar, 25 organizar luego un ejército como el que fue derrotado, caballo por caballo y carro por carro. Entonces lucharemos contra ellos en el llano y, sin duda, los venceremos.
Ben-hadad prestó atención a este consejo, y lo siguió. 26 Un año después, Ben-hadad pasó revista a los sirios y se trasladó a Afec para luchar contra Israel. 27 También los israelitas pasaron revista a sus fuerzas y las aprovisionaron, y salieron al encuentro de los sirios. Acampados frente a los sirios, parecían apenas dos rebaños de cabras, pues los sirios ocupaban todo el terreno.
28 En esto se presentó un profeta ante el rey de Israel, y le dijo:
–Así dice el Señor: ‘Puesto que los sirios han dicho que yo soy un dios de las montañas y no un dios de los valles, voy a entregar en tus manos a toda esta gran multitud. Así sabrás que yo soy el Señor.’
29 Durante siete días, sirios e israelitas estuvieron acampados frente a frente, y el séptimo día tuvo lugar la batalla. Ese día los israelitas mataron a cien mil soldados sirios de infantería.e 30 El resto del ejército huyó a la ciudad de Afec, pero la muralla de la ciudad cayó sobre los veintisiete mil hombres que habían logrado escapar. Ben-hadad también huyó, y llegó a la ciudad y se escondió de habitación en habitación.
31 Entonces sus oficiales le dijeron:
–Hemos sabido que los reyes israelitas cumplen los tratos que hacen; así que pongámonos ropas ásperas y una soga en el cuello,f y vayamos ante el rey de Israel, a ver si nos perdonag la vida.
32 Entonces se pusieron ropas ásperas y una soga en el cuello, y presentándose ante el rey de Israel le dijeron:
–Ben-hadad ruega a Su Majestad que le perdone la vida.
Ahab respondió:
–¿Vive todavía? ¡Para mí es como un hermano!h
33 A los hombres les pareció esto una buena señal, y tomándole la palabra contestaron en seguida:
–¡Ben-hadad es hermano de Su Majestad!
–¡Pues id a traerle! –contestó Ahab.
Entonces Ben-hadad se presentó ante Ahab, y Ahab le hizo subir en su carro. 34 Luego Ben-hadad le dijo:
–Te devolveré las ciudades que mi padre quitó al tuyo,i y tú puedes hacer negocios en Damasco, como mi padre los hacía en Samaria.
–Yo, por mi parte, me comprometo a dejarte ir –contestó Ahab.
De este modo, Ahab hizo un pacto con Ben-hadad y le dejó que se fuera.
35 Entonces, un hombre que pertenecía al grupo de los profetasj pidió a un compañero suyo, por orden del Señor:
–¡Hiéreme, por favor!k
Pero el otro no quiso hacerlo. 36 Entonces el profeta le dijo:
–Por no haber hecho caso a la orden del Señor, un león te atacará cuando te separes de mí.
En efecto, en cuanto el otro se separó del profeta, un león le salió al encuentro y lo mató.
37 Después se encontró el profeta con otro hombre, y le pidió también que le hiriera, y aquel hombre le golpeó y le hirió. 38 Entonces el profeta fue a esperar al rey en el camino, disfrazado y llevando una venda sobre los ojos. 39 Cuando el rey estaba pasando, el profeta le dijo en voz alta:
–Este servidor de Su Majestad marchó al frente de batalla, y de entre las filas salió un soldado y me trajo un prisionero. Me pidió que me hiciera cargo de él, advirtiéndome que, si se me escapaba, yo le respondería con mi vida o tendría que pagarle tres mil monedas de plata. 40 Y como este servidor de Su Majestad se entretuvo con otras cosas, el prisionero se me escapó.
El rey de Israel le contestó:
–Tú mismo te has declarado culpable y has pronunciado tu propia sentencia.
41 Pero el profeta se quitó rápidamente la venda de los ojos, y el rey se dio cuenta de que era uno de los profetas. 42 Entonces el profeta le dijo:
–Así dice el Señor: ‘Como tú dejaste escapar al hombre que él había condenado a morir,l con tu vida pagarás por la suya y con tu pueblo por el suyo.’m
43 Entonces el rey de Israel se fue a Samaria, triste y malhumorado, y se metió en su palacio.
21 Ahab y la viña de Nabota
Algún tiempo después sucedió que un hombre de Jezreel, llamado Nabot, tenía una viña en aquel pueblo, junto al palacio de Ahab, el rey de Samaria.b Un día dijo Ahab a Nabot:
–Dame tu viña para que yo pueda tener en ella una huerta, ya que está al lado de mi palacio. A cambio de ella te daré otra viña mejor; o, si lo prefieres, te pagaré su valor con dinero.
Pero Nabot respondió a Ahab:
–No permita Dios que yo te dé lo que he heredado de mis padres.c
Ahab se fue a su casa triste y malhumorado a causa de la respuesta de Nabot, pues le había dicho que no le daría lo que había heredado de sus padres. Llegó y se acostó de cara a la pared, y no quiso comer.d Entonces Jezabel, su mujer, se acercó a él y le preguntó:
–¿Por qué estás tan triste y no quieres comer?
Ahab contestó:
–Hablé con Nabot, el de Jezreel, y le pedí que me vendiera su viña; o que, si él lo prefería, yo le daría otra viña a cambio. Pero él no me la quiere ceder.
Entonces Jezabel, su esposa, le respondió:
–¡Pero tú eres quien manda en Israel! Anda, come y tranquilízate. ¡Yo voy a conseguirte la viña de Nabot!
En seguida escribió ella cartas en nombre de Ahab, y les puso el sello real; luego las envió a los ancianose y jefes que vivían en el mismo pueblo de Nabot. En las cartas les decía: “Anunciad ayunof y sentad a Nabot delante del pueblo. 10 Luego sentad a dos testigosg falsos delante de él, y haced que declaren en contra suya afirmando que ha maldecido a Dios y al rey. Después sacadlo y matadlo a pedradas.”
11 Los hombres del pueblo de Nabot, junto con los ancianos y los jefes, hicieron lo que Jezabel les ordenaba en las cartas que les había enviado: 12 anunciaron ayuno y sentaron a Nabot delante del pueblo. 13 Luego llegaron dos testigos falsos y declararon contra Nabot delante de todo el pueblo, afirmando que Nabot había maldecido a Dios y al rey. Entonces lo sacaron de la ciudad y lo mataron a pedradas.h 14 Luego mandaron a decir a Jezabel que Nabot había sido apedreado y muerto.
15 En cuanto Jezabel lo supo, dijo a Ahab:
–Ve y toma posesión de la viña de Nabot, el de Jezreel, que no te la quería vender. Nabot ya no vive; ahora está muerto.
16 Al saber Ahab que Nabot había muerto, fue y se apoderó de su viña. 17 Entonces el Señor se dirigió a Elías, el de Tisbé,i y le dijo: 18 “Ve en seguida a ver a Ahab, rey de Israel, que vive en Samaria. En este momento se encuentra en la viña de Nabot, de la cual ha ido a tomar posesión. 19 Le dirás: ‘Así dice el Señor: Puesto que mataste a Nabot y le quitaste lo que era suyo, en el mismo lugar donde los perrosj lamieron su sangre, lamerán también la tuya.’ ”k
20 Ahab respondió a Elías:
–¿Así que tú, mi enemigo, me encontraste?
–Sí, te encontré –contestó Elías–. Porque no cometes más que malas acciones ante los ojos del Señor. 21 Por tanto, el Señor ha dicho: ‘Voy a traer sobre ti la desgracia, y voy a acabar con toda tu descendencia; destruiré a todos los varones descendientes tuyos que haya en Israel.l 22 Además haré con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nabat, y con la de Baasá, hijo de Ahías, por haber provocado mi ira al hacer pecar a Israel.’ 23 En cuanto a Jezabel, el Señor ha dicho: ‘Los perrosm se comerán a Jezabel en los campos de Jezreel.’n 24 Y al familiar tuyo que muera en la ciudad, se lo comerán los perros; y al que muera en el campo, se lo comerán las aves de rapiña.
25 (No hubo nadie como Ahab que, incitado por su esposa Jezabel, solo cometió malas acciones ante los ojos del Señor. 26 Cometió una infamia al rendir culto a los ídolos,ñ como hacían todos los amorreos,o a quienes el Señor había arrojado de la presencia de los israelitas.)
27 Cuando Ahab escuchó todo esto, se rasgó la ropa, se puso ropas ásperas y ayunó. Dormía con aquellas ropas, y andaba muy triste. 28 Entonces el Señor dijo a Elías: 29 “¿Has visto cómo Ahab se ha humillado ante mí? Pues por haberse humillado ante mí, no traeré el mal sobre su familia mientras él viva, sino en vida de su hijo.”

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-ltima actualización del programa: 7/4/2020