Parábola del buen samaritano
25 Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:
–Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?s
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25 s 10.25-28 Cf. Mt 19.16,19 y paralelos; cf. también Mt 22.34-40; Mc 12.28-34.
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26 Jesús le contestó:
–¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
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27 El maestro de la ley respondió:
–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente;t y ama a tu prójimo como a ti mismo.’u
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27 t 10.27 Dt 6.5. u 10.27 Lv 19.18.
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28 Jesús le dijo:
–Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.v
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28 v 10.28 Lv 18.5.
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29 Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:
–¿Y quién es mi prójimo?w
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29 w 10.29 Según Lv 19.18,33-34, el deber de amar al prójimo se extendía a los israelitas y a los extranjeros establecidos en Israel.
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30 Jesús le respondió:
–Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericóx fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto.
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30 x 10.30 El camino de Jerusalén a Jericó, que en solo 25 km. baja unos 1000 m. hasta llegar al valle del Jordán, pasa por lugares desiertos y era notorio por los asaltos. Los oyentes de Jesús darían por supuesto que el hombre de esta parábola era un judío (véase 10.33 n.).
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31 Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante.
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32 Luego pasó por allí un levita,y que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante.
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32 y 10.32 Levita: miembro de la tribu de Leví, que servía en el culto del templo.
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33 Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él.z
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33 z 10.33 Con fina ironía, Jesús pone a un samaritano (véase 9.52-53 n.), a quien los judíos consideraban extranjero y, prácticamente, pagano, como ejemplo de alguien que cumplió con el mandamiento de amar al prójimo.
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34 Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino,a y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él.
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34 a 10.34 Aceite de oliva y vino eran remedios caseros comunes para desinfectar y curar heridas.
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35 Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios,b se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’
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35 b 10.35 dos denarios: Véase Tabla de Pesas, Monedas y Medidas.
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36 Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimoc del hombre asaltado por los bandidos?
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36 c 10.36 Jesús insinúa que el samaritano no se detuvo a preguntarse si el otro era su prójimo (según la opinión común no lo era), sino que se hizo prójimo del necesitado, dándole su ayuda.
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37 El maestro de la ley contestó:
–El que tuvo compasión de él.d
Jesús le dijo:
–Ve, pues, y haz tú lo mismo.
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37 d 10.37 Es irónico ver cómo el maestro de la ley, a quien sus tradiciones impedían considerar como “prójimo” a uno de Samaria, no se digna contestar directamente con las palabras “el samaritano”, pero tampoco puede evadir la respuesta obvia.
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© 2002 Sociedades Bíblicas Unidas y Sociedad Bíblica de España |
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