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1 Reyes 20

1 Reyes :Introducción 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

20 Acab derrota a los siriosa
Entonces Ben-adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército. Llevaba consigo a treinta y dos reyesb con caballos y carros. Subió contra Samaria, le puso sitio y la atacó.
20
a 20.1-43 La parte final de este Primer libro de los Reyes contiene los relatos de tres campañas contra los arameos (caps. 20; 22), entre los cuales se inserta el episodio de la viña de Nabot (cap. 21).
b 20.1 Estos treinta y dos reyes eran en realidad vasallos de Ben-adad (cf. v. 24), cuyos dominios solo abarcaban una ciudad y el territorio situado alrededor de ella (cf. Jos 10.3-5; 11.1-2; 12.9-24).
Luego envió mensajeros a esta ciudad, a decirle a Acab, rey de Israel:
«Así ha dicho Ben-adad: “Tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hermosos hijos son míos”».
El rey de Israel respondió: «Como tú dices, rey y señor mío, yo soy tuyo, así como todo lo que tengo».
Volvieron otra vez los mensajeros y le dijeron: «Así dijo Ben-adad: “Yo te envié a decir: ‘Me darás tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos’.
Además, mañana a estas horas te enviaré a mis siervos, los cuales registrarán tu casa y las casas de tus siervos; tomarán todo lo precioso que tengas y se lo llevarán”».
Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos del paísc y les dijo:
--Fijaos y ved ahora cómo este no busca sino el mal; pues me ha mandado pedir mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se lo he negado.
c 20.7 Los ancianos del país formaban una institución reconocida a lo largo de toda la historia bíblica. El consejo de los ancianos estaba formado por miembros respetables de las ciudades israelitas. (Véase Ex 3.16 nota p; cf. también 1 S 11.3; 1 R 21.8).
Todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron:
--No lo obedezcas ni hagas lo que te pide.
Él respondió entonces a los embajadores de Ben-adad: «Decid al rey, mi señor: “Haré todo lo que mandaste la primera vez a tu siervo; pero esto no lo puedo hacer”».
Los embajadores fueron y le dieron la respuesta.
10 Nuevamente Ben-adad le envió a decir: «Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si queda polvo suficiente en Samaria para darle un puñado a cada uno de los que me siguen».
11 El rey de Israel respondió y dijo: «Decidle que no se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe».
12 Cuando él oyó estas palabras, mientras bebía con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: «Preparaos». Y ellos se prepararon para atacar a la ciudad.
13 Mientras, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le dijo:
--Así ha dicho Jehová: “¿Has visto esta gran multitud? Pues yo la entregaré hoy en tus manos, para que conozcas que yo soy Jehová”.
14 --¿Por medio de quién? --respondió Acab.
Él dijo:
--Así ha dicho Jehová: “Por medio de los siervos de los príncipes de las provincias”.
--¿Quién comenzará la batalla? --preguntó Acab.
--Tú --respondió él.
15 Acab pasó revista a los siervos de los príncipes de las provincias, que eran doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que eran siete mil.
16 Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben-adad bebía y se embriagaba en las tiendas, junto a los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda.
17 Los siervos de los príncipes de las provincias salieron en primer lugar. Ben-adad había mandado a uno y este le trajo la siguiente noticia: «Han salido hombres de Samaria».
18 Él entonces dijo: «Si han salido en son de paz, capturadlos vivos, y si han salido para pelear, también capturadlos vivos».
19 Salieron, pues, de la ciudad los siervos de los príncipes de las provincias, y detrás de ellos el ejército.
20 Mató cada uno al que venía contra él; huyeron los sirios, seguidos por los de Israel. El rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería.
21 Entonces salió el rey de Israel, hirió la gente de a caballo, se apoderó de los carros y deshizo a los sirios causándoles grandes estragos.
22 Se presentó luego el profeta ante el rey de Israel y le dijo:
--Anda, fortalécete, considera y mira lo que has de hacer, porque dentro de un año el rey de Siria te atacará.
23 Los siervos del rey de Siria le dijeron:
--Sus dioses son dioses de los montes,d por eso nos han vencido, pero si peleamos con ellos en la llanura, de seguro los venceremos.
23 d 20.23 Sus dioses son dioses de los montes: Los sirios o arameos, al igual que muchos otros pueblos de aquella época, pensaban que los dioses de los pueblos tenían características vinculadas con las condiciones geográficas del sitio donde vivían sus adoradores. De ahí esta afirmación, que asocia al Dios de Israel con la ciudad de Samaria, construida sobre un monte. Damasco, la capital de Siria, estaba edificada sobre un valle.
24 Haz, pues, así: Saca a cada uno de los reyes de su puesto, y pon capitanes en su lugar.
25 Forma otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro; luego pelearemos con ellos en campo raso; ya veremos si no los vencemos.
Les prestó oído el rey y así lo hizo.
26 Un año más tarde, Ben-adad pasó revista al ejército de los sirios y marchó a Afec para pelear contra Israel.
27 También pasaron revista a los hijos de Israel, y tomaron provisiones y le salieron al encuentro. Acamparon los hijos de Israel frente a ellos como dos rebañuelos de cabras, mientras los sirios llenaban la tierra.
28 Se presentó entonces el varón de Dios ante el rey de Israel, y le dijo: «Así ha hablado Jehová: “Por cuanto los sirios han dicho: ‘Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles’, yo entregaré toda esta gran multitud en tus manos, para que sepáis que yo soy Jehová”».
29 Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y al séptimo día se dio la batalla. Los hijos de Israel mataron de los sirios en un solo día a cien mil hombres de a pie.e
29 e 20.29 Cien mil hombres de a pie: Probablemente se trata de una cifra redonda para indicar un número muy grande de soldados.
30 Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero el muro cayó sobre los veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad llegó huyendo a la ciudad y se escondía de aposento en aposento.
31 Entonces sus siervos le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongámonos, pues, ropas ásperas encima, y sogas en nuestros cuellos,f y vayamos ante el rey de Israel, a ver si por ventura te salva la vida».g
31 f 20.31 Las ropas ásperas eran una señal de luto y humillación; las sogas en el cuello simbolizaban el cautiverio.
g 20.31 Te salva la vida: otra posible traducción: nos perdona.
32 Se vistieron, pues, con ropas ásperas y se pusieron sogas al cuello. Luego se presentaron ante el rey de Israel y le dijeron:
--Tu siervo Ben-adad dice: “Te ruego que me perdones la vida”.
--Si él vive aún, mi hermano es --respondió el rey.h
32 h 20.32 Esta expresión afirma la igualdad entre ambos reyes; generalmente, los reyes vasallos recibían el nombre de siervos y no de hermanos.
33 Esto lo tomaron aquellos hombres como un buen augurio, por lo que se apresuraron a tomarle la palabra y le dijeron:
--Tu hermano Ben-adad vive.
--Id y traedlo --dijo el rey.
Ben-adad entonces se presentó ante Acab, y él lo hizo subir en un carro.
34 Ben-adad le dijo:
--Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré.i Hazte mercados en Damasco, como mi padre los hizo en Samaria.
--Por mi parte, yo --dijo Acab-- te dejaré partir con este pacto.
Hizo, pues, un pacto con él, y lo dejó ir.
34 i 20.34 Es difícil saber en qué circunstancias Ben-adad I infligió esta derrota a Israel y qué ciudades le arrebató. Podría pensarse en las ciudades mencionadas en 1 R 15.20, pero el padre de Acab no fue Baasa sino Omri. Véase 1 R 22.3 n.
35 Entonces un varón de los hijos de los profetasj dijo a su compañero, por orden de Dios:
--Hiéreme ahora.k
Pero el otro no quiso herirlo.
35 j 20.35 Hijos de los profetas. En heb., la expresión hijo de... expresa a veces la pertenencia a una agrupación. Acerca de estas agrupaciones de profetas, cf. 2 R 2.3,5,7,15; 4.38; 5.22.
k 20.35 Hiéreme ahora: El profeta da esta orden porque quiere que lo confundan con un soldado herido en el combate. Cf. v. 39.
36 Él le dijo:
--Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, te atacará un león cuando te apartes de mí.
Y cuando se apartó de él, le salió al encuentro un león y lo mató.
37 Luego se encontró con otro hombre, y le dijo:
--Hiéreme ahora.
El hombre le dio un golpe y le hizo una herida.
38 Entonces el profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino. Se había disfrazado poniéndose una venda sobre los ojos.
39 Cuando el rey pasaba, el profeta le dijo en alta voz:
--Tu siervo salió de en medio de la batalla cuando se me acercó un soldado que me trajo un hombre, y me dijo: “Guarda a este hombre, y si llega a huir, pagarás con tu vida por la suya o pagarás un talento de plata”.
40 Y mientras tu siervo estaba ocupado en una y en otra cosa, el hombre desapareció.
Entonces el rey de Israel le dijo:
--Esa será tu sentencia; tú la has pronunciado.
41 Pero él se quitó de pronto la venda de los ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas.
42 Dijo entonces al rey:
--Así ha dicho Jehová: “Por cuanto dejaste escapar de tus manos al hombre que yo había condenado,l pagarás con tu vida por la suya, y con tu pueblo por el suyo”.m
42 l 20.42 Condenado: es decir: Condenado a morir, lit. consagrado al exterminio. Cf. Dt 7.2; 20.16; Jos 6.17; 1 S 15.3.
m 20.39-42 El profeta presenta un caso ficticio como si fuera real, para que el rey pronunciara una sentencia por la cual se condenaría a sí mismo. Véanse dos casos similares en 2 S 12.1-7; 14.2-20.
43 El rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.

© 1995 Sociedades Bíblicas Unidas

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-ltima actualización del programa: 7/4/2020