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1 a 137 Los sentimientos de los israelitas desterrados en Babilonia se expresan con intensidad creciente en las tres partes que componen este salmo, el cual, por su belleza literaria, es una de las cumbres de la poesía hebrea. El salmo evoca primero la tristeza, la nostalgia y la humillación de los que han sido arrancados de su patria (v. 1-4). Luego viene el juramento de mantener siempre vivo el recuerdo de Jerusalén y del monte Sión, polo de atracción y centro espiritual de la vida nacional y religiosa (v. 5-6). Por último, sin ninguna transición, sigue una apasionada imprecación contra aquellos que provocaron la ruina de Israel (v. 7-9).
3 c 137.3 Los que nos habían llevado cautivos: según la versión griega (LXX): Los que todo nos lo habían arrebatado.
d 137.3 Obligar a los cautivos a cantar era ya una humillación; pero hacerlos cantar sus himnos religiosos era una humillación mayor, porque eso equivalía a reconocer que su propio Dios era menos poderoso que el dios del pueblo vencedor.
4 e 137.4 En tierra de extraños: no solo tierra de extranjeros, sino también manchada por la idolatría y por otras inmoralidades cometidas por los paganos.
7 f 137.7 El día de Jerusalén: Cf. 2 R 25.8-11; Jer 52.12-15.
g 137.7 Los hijos de Edom, antiguos vasallos y enemigos tradicionales de Israel, hicieron causa común con Babilonia y celebraron triunfalmente el desastre de Israel ( Abd 10-15). Por eso se los incluye en esta violenta imprecación. Cf. Ez 25.12-14. Acerca de Edom, véase Sal 60.8 n.
9 i 137.9 Esta práctica cruel formaba parte de las costumbres guerreras de aquellos tiempos. Cf. Is 13.16; Os 10.14; Nah 3.10.
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